Siempre me ha llamado la atención la cantidad de libros que surgen al abrigo de los programas de televisión, sobre todo aquellos que gozan de gran éxito entre la audiencia.
De pronto, todos se vuelven literatos, ya sean presentadores o concursantes, aunque no sepan apenas ni hablar o no dispongan del tiempo necesario para dedicarlo a la redacción de un libro.
Al abrigo de estos programas surgen volúmenes atractivos llenos de colorido que nos llaman desde las estanterías para darnos consejos, remedios ancestrales o recetas culinarias.
En este post pretende ahondar en estos últimos. Resulta curioso que cada vez que concluye un programa culinario, con independencia de si se trata de un espacio para profesionales o amateurs, se publican como mínimo dos volúmenes que pretenden desentrañar la esencia de la cocina como si se trataran de auténticos manuales de alquimia.
Este fenómeno se da sobre todo porque los chefs son los nuevos iconos del estilo, los ídolos del momento, con miles de seguidores que en algunas ocasiones pretenden emularlos y en otras, seguirlos como si se tratara de cantantes o actores de éxito. Arrastran hordas de fans, hacen suspirar a las jovencitas y logran que cada vez que salen en la tele, numerosos espectadores se sitúen frente al televisor.
La televisión actual ha vuelto a reinventar la fórmula del éxito a través de los fogones y esto no lleva aparejado sólo una buena cifra de share, sino una cantidad ingente de “merchandising” que se puede encontrar tanto en el quiosco de la esquina como en los grandes almacenes.Otro fenómeno no menos curioso es el de los libros impulsados por grandes marcas de alimentación. Antaño mandando simples códigos de barras recibías en tu hogar manuales de cocina para elaborar con el producto en cuestión. Ahora motivado por esta fiebre gastronómica que nos envuelve a todos, también están surgiendo manuales con forma de conocidas latas de conserva, de cacao en polvo, de queso cremoso… y un sinfín de formas. Todas ellas con el objetivo encubierto de hacer publicidad, una promoción que en lugar de recibir de manera gratuita, se compra.
Yo aprendí a cocinar con los consejos de mi madre y las “1080 recetas de Simone Ortega”, a lo largo de los años he incrementado mi biblioteca culinaria con otros volúmenes e incluso he consultado alguna que otra vez internet, y por eso sinceramente, como en todo en la vida, considero que una cara bonita en la portada no hace bueno un manual.
A partir de ahí, la elección depende de uno mismo.