En el corazón de Cánovas se puede saborear la cocina tradicional de la Marina Alta de la mano de una abogada soñadora, que un día decidió ponerse a hacer croquetas y el resultado fue tan sorprendente, que en poco tiempo se había convertido en todo un referente gatronómicamente hablando del municipio de Denia. El salto a Valencia era un paso necesario… pero no adelantemos acontecimientos.
La artífice de esta propuesta es Concha Castillejo, letrada de profesión y como ella se define, tabernera de vocación; y es esa vocación la que puso el embrión de Pare Pere, un local que recibía el nombre de la calle en la que estaba ubicado, y que tenía como objetivo básico “dar de comer bien, en un ambiente agradable, como si se tratara de tu propia casa”.
No obstante, Pare Pere es mucho más que comida porque detrás de estas croquetas llenas de sabor se esconde “Gastronomía con causa”, una iniciativa que desarrolla proyectos de apoyo a pequeños productores y que repercuten en apoyo a la Casa Caridad.
Con estos avales, el local que Pare Pere tiene en Cánovas (calle Conde Altea, 35) no podía ser otra cosa, que un restaurante de cocina tradicional donde el comensal se siente como en su propio hogar, porque tanto Concha como su comida, destilan calidez.
La comida de Pare Pere está centrada en el mediterráneo, en recetas de toda la vida, y en el producto de la lonja y el mercado, de manera que los alimentos que allí se consumen tienen nombre y apellidos: las verduras de Arancha, los pescados de Kike o los huevos de Pepe, entre otros.
Ya en la mesa, es imprescindible el aceite “Lágrima” y la célebres croquetas, junto con el cartucho de chips caseras y las empanadillas de titaina, así como la novedad de este verano, la lata de boquerones en vinagre de sidra y vino blanco con aceitunas y chips, así como la lata de bonito casero y tomate del Perelló.
La inconfundible gamba de Denia, la fideuà de langosta y zamburilla que es espectacular, el sampedro con guarnición de verduras y una variedad en tartas a cada cual mejor: plátano, cerveza negra guiness y dulce de leche.
Pinchan sin embargo, la flor de calabacín rellena de sobrasada ibérica y miel, en tempura, demasiado aceitosa; y la mesura de escombros (calamarcitos fritos), quizá peco de purista, pero no está conseguido el punto idóneo para considerarse redondos. Un lástima.
Sin embargo, un par de fallos no empañan la calidad de un local recomendable, con una impecable bodega y una terraza muy apetecible para este periodo estival.