En Terres dels Alforins, la llamada Toscana valenciana, existe una bodega donde el tiempo se detiene, la calma invade el espíritu y los sentimientos se notan bajo la piel. Se trata de Celler del Roure ubicada en Les Alcusses de Moixent, que le dan nombre a su vino más conocido.
En esta bodega donde se siente el palpitar de los antiguos pobladores íberos no se habla solo de vino y de tradición, se respira amor por la tierra, por el suelo al que se agarran las cepas, por la brisa que llega desde el mar y por los rayos del sol que acarician las uvas.
Así lo siente el patriarca de esta bodega familiar, Don Paco Calatayud, que a sus 85 años y con una lucidez extraordinaria dirige, junto con su hijo, el ingeniero agrónomo, Pablo Calatayud, esta bodega que nació en el año 2000 y que desde entonces no ha dejado de cosechar éxitos.
Y es que son muchos los secretos que encierran el éxito de vinos como Maduressa, Les Alcusses, Cullerot, Vermell, Safrá y Parotet o el incomprendido Setze Gallets. Secretos basados en la ternura como dejar descansar y respirar a las cepas , recoger cada racimo a mano o como dicen Paco Calatayud, dominar el vigor de la planta.
Pero además, esta bodega ha alcanzado tal reconocimiento que suscita interés incluso antes de lanzar nuevas variedades al mercado, muestra de ello es su vino “Safrá” que sedujo al relevante prescriptor Robert Parker y en la actualidad ya no quedan prácticamente existencias.
Safrá representa la continuidad de un proyecto basado en la tradición de la zona de Alforins. Se elabora con uvas de la autóctona Mandó y Garnacha Tintorera (15%). A diferencia de Parotet o Vermell „los otros dos tintos madurados en tinajas de barro la Mandó se vendimia sin alcanzar su plena maduración y vinifica en los viejos lagares de la bodega, con un tercio de los racimos enteros.
No obstante, al hablar de Celler del Roure, es imprescindible referirse a su bodega fonda. Una bodega del Siglo XVII, que se basa en el sistema de fabricación de vino importado por los romanos, donde se madura el vino sin intervenir en su sabor porque afortunadamente en esta bodega que cruza la montaña se apilan un centenar de tinajas en perfecto estado de conservación que permiten lograr un sabor milenario, un sabor puro que sorprende en boca y que te atrapa para siempre.
Esto es Celler del Roure, una bodega a 600 metros de altitud por encima del nivel del mar, donde el tiempo se detiene.