Soy una loca de las Navidades, es mi época del año favorita. Lo eran cuando tenía 5 años y lo siguen siendo ahora que tengo 43, en parte es porque mis padres la viven igual. Con la llegada del puente de diciembre sacan numerosas cajas del trastero y la Navidad lo inunda todo, cada rincón de la casa.
Durante los años que viví fuera con compañeras/os de casa, yo llevaba la Navidad a nuestro piso de alquiler porque ¿Ya he dicho que me encanta? Virginia aún me recuerda cuando en lugar de poner un abeto de plástico pusimos uno de verdad y el día que hubo que quitarlo fui dejando un rastro de pinocha tras de mi, por la escalera, el ascensor, el patio… ¡Qué desastre!
Al tener mi casa, el espíritu navideño fue in crecendo y así ha sido desde entonces, todos los años caen adornos nuevos y este año no ha sido menos, pese al confinamiento obligado en el que nos encontramos, internet ofrece grandes tentaciones y ya me anuncia el mail que mis caprichos en forma de tres cojines de sofá llegan el miercoles.
La navidad es mágica, lo es porque nos volvemos a sentir niños, porque la felicidad lo inunda todo, porque las luces de colores hacen que se te ilumine el corazón y los villancicos (reconozco que soy más de los americanos) hacen que se te dibuje una sonrisa.
Me encanta esta época también porque nos juntamos con toda la familia y reímos y nos abrazamos y nos recordamos que pese al estress de la vida, estamos ahí. Hasta el punto de que a excepción de nochevieja, en Navidad nunca salía por la noche prefería estar con mi abuela contándome viejas anécdotas, cantando y compartiendo recuerdos de esos que nunca se olvidan.
En noviembre cuando el tema de las restricciones no estaba claro, sentía que en estos tiempos inciertos necesitaba la Navidad, para recargar energías y seguir adelante, aunque fueran de una manera extraña, distante y diferente. De verdad, creía que si no podía tener un atisbo de normalidad, no podría seguir adelante.
Pero cuando crees que ya está todo claro, viene la realidad y te golpea en toda la cara. Ahora, que llevamos casi un mes confinados por Covid, que incluso uno de nosotros ha estado hospitalizado, que hemos visto lo irracional de este virus (no es que antes no lo viéramos, pero siempre erramos en la envergadura de las cosas) y que ya estamos a las puertas del alta, ahora el pasar la Navidad en familia ya no me parece tan importante. Que la echo de menos desde luego, y que quiero y necesito que en un futuro lejano vuelva a ser lo que fue desde luego.
Pronto seré tía, esperamos al nuevo miembro de la familia para una fecha tan señalada como el 25 de diciembre, y es probable que tardemos en conocerlo. Estas son las cosas que ha traído la Pandemia, y aunque nos resulten agotadoras, demoledoras y en algunos casos irremediablemente irritantes, lo mejor que podemos hacer es asumirlo.
Si miro hacia atrás, lo cierto es que mi Navidad ha evolucionado con los años y ha cambiado de una manera apenas imperceptible, por eso este año es importantísimo que más que nunca esté presente ese espíritu tan manido y unido a la Navidad: La generosidad. No debemos de ser egoístas, sino responsables y creativos, plantear planes alternativos como un maratón de películas navideñas en torno a una taza de chocolate con nubes, disfrazarnos en nochevieja, hacer manualidades, leer, escribir… Y sí, pasear y emocionarnos con las luces.
Creo que estas navidades lo más importante para todos es cuidarnos y cuidar a los demás. Este año, yo ya he escrito mi carta a los Reyes Magos. Hace años que no la escribo: Sólo pido dos cosas, que las navidades tal y como las conocemos vuelvan en un futuro cercano, y que no nos falte nadie.
No me resigno a pensar que esto es un para siempre, es sólo un paréntesis que nos hará afrontar las próximas navidades aún con más ganas, por eso, os mando un cálido abrazo en forma de canción: https://youtu.be/QJ5DOWPGxwg
Feliz Navidad