A estas horas todos los hosteleros de la Comunidad Valenciana han cerrado las persianas de sus negocios, y muchos de ellos ya no la volverán a levantar. Ayer por la mañana conversaba con algunos amigos que han dedicado años a levantar sus restaurantes con esfuerzo, lucha y mucha ilusión, y desgranábamos esta realidad antipática que nos atenaza, que nos ahoga y que nos está dejando sin respiración literal y metafóricamente.
Y reflexionábamos sobre estas cosas, sin saber que en tan sólo unas horas el varapalo iba a ser mayor, descorazonador, y les iba a partir en dos. A las 14:30 hrs llegaba el anuncio del cierre definitivo de la hostelería, que ya estaba herida de muerte, y que ahora agoniza con cifras tan escalofriantes como más de 20.000 empleos directos destruidos y un cierre de locales que se sitúa en un 30%. Estas cifras con esta nueva estocada, tened por seguro que irán en aumento.
No soy hostelera pero por mi trabajo desde hace años estoy muy ligada a este sector, muchos de ellos me han dejado entrar en sus cocinas y en su vida, he disfrutado ayudando a muchos de ellos, me he alegrado de sus éxitos y me he emocionado probando sus nuevas creaciones. Detrás de cada cafetería, cada bar, cada restaurante hay una historia de lucha para la que muchos no están preparados, pero los que lo están hacen magia. Ya lo dice la canción bares que lugares… Y es que las mejores conversaciones se mantienen alrededor de una mesa, ya sea compartiendo una cerveza o una taza de café o disfrutando de una copiosa comida.
Ellos son esas personas que lo hacen posible, como tramoyistas, iluminadores y directores, o lo que es lo mismo, cocineros, jefes de sala, camareros… Todos hasta el friegue son parte de este engranaje que constituye la hostelería, esa que hace que hacen más ameno el escenario de la vida, pero hoy el foco ya se ha apagado y la incertidubre se ha cernido sobre ellos, se supone que durante 14 días, crucemos los días para que no sean más.
Y sí muchos de ellos se han adaptado y reinventado, y a punto estaban ya de hacer el pino puente. Han aplicado protocolos estrictos, han cumplido con la normativa a pies juntillas y han creado entornos infinitamente más seguros que los abarrotados centros comerciales, los autobuses, las estaciones de metro… Y todo ello con las neveras llenas, porque no les ha dado tiempo a vaciarlas.
Podría estar horas hablando del tema, de lo que me parece bien y lo que me parece mal, pero lo cierto es que hoy siento un gran dolor por ellos, porque sé lo que luchan, lo que sueñan… Y hoy todo eso es sólo polvo e incertidumbre.
Pero no nos equivoquemos, los principales culpables son las personas que a diario incumplen las normas, las que no respetan el aforo, las que se van sin mascarilla, las que se dicen esto conmigo no va… Pero para lograr un resultado favorable colectivo debemos empezar por esforzarnos individualmente.
La sociedad está en la cuerda floja, y es tarea de todos, que llegue al otro lado. Ayer cuando decía el president Ximo Puig el numero de multas diarias (500) que seguro que serán más, confieso que me cabreé, me pudo la impotencia al comprobar el egoismo, la inconscencia de esta sociedad que pensaba que tras el confinamiento iba a ser mejor, pero hoy ya estoy más serena, y llamadme crédula, pero quiero, intento confiar en que al final lo conseguiremos y podremos volver a decir aquello de «Nos vemos en los bares».