Hay personas que llegan a tu vida de manera imperceptible, casi sin darte cuenta, personas bondadosas que disculpan la debilidad humana y sólo ven la mejor versión de todo el mundo, que transforman este mundo feo en una sociedad soportable, amable y confortable, y lo hacen desde la calidez de su mirada.
Personas que siempre tienen la puerta abierta, un plato caliente en la mesa y un abrazo confortable.
Ese tipo de personas que te reinician con una sonrisa tan cálida, que nunca adivinarías su historia, ni las dificultades a las que ha tenido que enfrentarse.
Personas que desde el momento en el que te conocen te tratan como si siempre hubieras sido de su familia, que te arropan y hacen que cuando estés en su casa, sientas que no quieres estar en ninguna otra parte, que aglutinan y unen a todos como un nudo gordiano.
Tenaces, luchadoras e irrepetibles, que te escuchan, pero que también se divierten, que se dejan ganar y que son pura generosidad.
Que lo dan todo, sin esperar nada a cambio porque no saben obrar de otro modo.
Personas que cuando han partido dejan un gran vacío, que sólo se va tapando poco a poco con el sentimiento de la pena compartida.
Personas como María, que el destino ha tenido a bien, darnos el privilegio de poner en nuestra vida.